Bismillah...
Abû Sa'îd ibn Abi'l-Khayr
«Con el nombre de Al-lâh el Rahmân el Rahîm, en Él está nuestro refugio.»
El Shaykh, el viajero de la senda espiritual, el devoto de Al-lâh, el rey de los santos entre los que han buscado la Ver dad, Abû Sa'îd ibn Abi'l-Khayr, que Al-lâh ilumine su espíritu, ha dicho que el sufí debe poseer cuarenta estaciones (maqâmât), si su avance por la senda del sufismo ha de ser aceptable:
»La primera estación es la intención (niyyat). El sufí debe poseer una intención tal que si le dieran este mundo y sus bendiciones y el otro mundo y su Yanna o sus calamidades y aflicciones, daría este mundo y sus bendiciones a los infieles el otro mundo y el Jardín a los creyentes y guardaría la calamidad y la aflicción para sí.
»La segunda estación es la conversión (inâbat). Si él está en soledad espiritual (khalwat) ve a Al-lâh. Los cambios de este mundo no alteran su secreto interior y las calamidades enviadas por el Cielo no hacen que el pájaro de su amor se aleje.
»La tercera estación es la orientación hacia Al-lâh (tawbat). Todos los hombres se alejan de lo que está prohibido (harâm) y no comen de lo prohibido por miedo a sufrir castigo. Ellos [los sufíes] se alejan de lo que es lícito (halâl) y comen de lo que es lícito por miedo a sentirse afligidos por lo que está prohibido y es dudoso.
»La cuarta estación es el discipulado (irâdat). Todos los hombres buscan la comodidad y con ella la riqueza y las bendiciones mundanas. Ellos buscan la aflicción y con ello el dominio y la santidad.
»La quinta estación es la lucha espiritual (mujâhadat). La gente busca multiplicar el diez en veinte. Ellos tratan de convertir el veinte en nada.
»La sexta estación es la atención constante (murâqabat). La atención constante es mantener el alma en retiro espiritual hasta que necesariamente el Señor del Universo le preserve a uno de cometer pecado.
»La séptima estación es la paciencia (Sabr). Si el desastre de los dos mundos cae sobre ellos, ni siquiera darán un suspiro. Y si el amor de la humanidad desciende sobre ellos, no cesarán de caminar por el camino de la paciencia.
»La octava estación es la invocación (dhikr). En su corazón Le conocen y con su lengua Le invocan. Siempre que se hallan en un callejón sin salida, no conocen otro camino que el que les lleva a su presencia.
»La novena estación es el contento (ridâ). Si se encuentran sin qué vestir son felices, y si se hallan sin qué comer, son felices. Nunca moran en la casa del deseo propio.
»La décima estación es la oposición al alma carnal (mukhâ lafai i nafs). Durante setenta años su alma carnal grita en agonía con el deseo de recibir un aislado favor y no recibe más que dolor y privación.
»La undécima estación es la conformidad (muwâfaqat). Desastre y bienestar, favor y privación, es todo lo mismo para ellos.
»La duodécima estación es la entrega (taslîm). Si la flecha del destino les hace frente desde el oculto lugar de la calamidad, ellos mismos se colocan en la catapulta de la entrega y se descubren ante la flecha del destino, haciendo de su alma y corazón un escudo ante ella. Frente a la flecha del destino permanecen inmóviles.
»La decimotercera estación es la confianza (tawakkul). Ellos no piden nada ni a las criaturas ni a Al-lâh. Sólo adoran a Al-lâh por Sí mismo. No hay intercambio de preguntas y respuestas. En consecuencia, el Señor del Universo les permite lograr el objeto de su deseo cuando están necesitados, y no hay en ello ningún cálculo.
»La decimocuarta estación es el ascetismo (zuhd). De toda la riqueza de este mundo, ellos sólo poseen un manto remendado de cien pedazos hecho de muselina, una estera y un pedazo de fieltro. Y dicha capa es mil veces más estimada para ellos que un elegante traje escarlata y un vestido suntuoso.
»La decimoquinta estación es la adoración ('ibâdat). Durante todo el día están ocupados en la lectura del Corán y la invocación del Nombre Al-lâh, y durante la noche, permanecen de pie. Sus cuerpos buscan prestar servicio, sus corazones desbordan de amor hacia el Uno, sus cabezas rugen en la búsqueda de la contemplación del Rey.
»La decimosexta estación es la abstención (wara'). Ellos no toman cualquier clase de alimento, ni visten cualquier clase de ropas. No se sientan en compañía de cualquier tipo de personas ni escogen la compañía de nadie más que de Al-lâh, exaltado sea.
»La decimoséptima estación es la sinceridad (ikhlâs). Durante toda la noche oran y durante todo el día ayunan. Si su alma carnal no obedece y después observan la obediencia, venderán cincuenta años de obediencia por beber un sorbo de agua y entregarán estos cincuenta años a un perro o a cualquiera. Y entonces dirán: "¡Oh alma! ¿comprendes ahora que lo que hiciste no era digno de Al-lâh?"
»La decimoctava estación es la veracidad (sidq). Ellos no dan ni un solo paso sin veracidad y no hacen ni una sola respiración salvo en la verdad. Sus lenguas hablan de sus corazones, sus corazones de sus secretos interiores y sus secretos interiores de Al-lâh.
»La decimonovena estación es el temor (khawf). Cuando contemplan Su justicia, se funden de miedo, y no tienen ninguna esperanza de ser obedientes [a los mandamientos de Al-lâh].
»La vigésima estación es la esperanza (rajâ). Cuando ellos consideran Su gracia, se ufanan con alegría y no sienten miedo ni terror.
»La vigésimo primera estación es la aniquilación (fanâ). Ellos funden sus almas carnales en el crisol de la aniquilación y se aniquilan con respecto a todo lo que está por debajo de Él. Sus lenguas no hablan de cosas mundanas. No hay nada en sus lenguas salvo Su Nombre. Sus cuerpos no se mueven más que para obedecer a Al-lâh, y sus mentes no entran en acción salvo para Él.
»La vigésimo segunda estación es la subsistencia (baqâ'). Si miran hacia la derecha ven Al-lâh, y si miran hacia la izquierda ven a Al-lâh. Lo ven en cualquier condición en que se encuentren. Ellos subsisten por Su subsistencia. Están satisfechos con lo que Al-lâh ha dispuesto para ellos. Están gozosos por Su benevolencia y generosidad.
»La vigésimo tercera estación es la ciencia de la certidumbre ('ilm al yaqin). Cuando miran a través del ojo de la ciencia de la certidumbre ven desde los cielos más altos hasta los niveles más bajos de la tierra sin ningún velo.
»La vigésimo cuarta estación es la realidad de la certidumbre (haqq al yaqin). Cuando ven a través del ojo de la verdad de la certidumbre van más allá de todos los objetos y todas las criaturas y ven a Al-lâh sin ningún cómo ni por qué, y sin ningún velo.
»La vigésimo quinta estación es la gnosis (ma'rifat). A través de todas las criaturas de los dos mundos y a través de todas las gentes, ellos perciben a A-lâh, y no hay ninguna acusación que hacer a su percepción.
»La vigésimo sexta estación es el esfuerzo (jahd). Ellos Lo adoran en sus corazones y en sus almas, y no hay duda alguna de su obediencia.
»La vigésimo séptima estación es la santidad (wilâyah). Este mundo y el porvenir no merecen ser abrazados por su aspiración espiritual (himmat), y todo el Yanna y sus riquezas no vale ni un átomo a sus ojos.
»La vigésimo octava estación es el amor (mahabbal). En todo el mundo sólo tienen un Amigo. Su amor es uno, pues exterior e interiormente están con el Uno. Sus cuerpos se funden de alegría y sus corazones están siempre contentos en la Presencia sagrada. No se acuerdan ni de los hijos, ni de la esposa, ni del mundo y ni de las riquezas.
»La vigésimo novena estación es el éxtasis (wajd). No se los encuentra en este mundo, ni en el cementerio, ni en la Resurrección, ni en el sendero recto (sirât) [que tiende un puente por encima del Yahannan y conduce al Cielo]. Ellos están en la Presencia más sublime. Donde ellos moran sólo está Al-lâh y ellos.
»La trigésima estación es la proximidad (qurb). Si ellos dicen "¡Oh Al-lâh! Perdona, por nosotros, a todos los pueblos infieles y rebeldes y a todos los pueblos politeístas y sublevados", el Señor del Universo no rechazará su petición.
»La trigésimo primera estación es la meditación (tafakkur). Su más íntimo amigo es Su Nombre. La paz de ellos reside en Su mensaje.
»La trigésimo segunda estación es la unión (wisâl). Aunque sus personas estén en este mundo, sus corazones están con el Señor.
»La trigésimo tercera estación es el levantamiento del velo (kashf). No hay ningún velo entre Al-lâh y sus corazones. Si miran hacia abajo verán hasta el Gâw mâhî (la criatura que sostiene la tierra) (26). Y si miran hacia arriba, verán el Trono y el Pedestal, el Cálamo y la Tablilla guardada hasta al Recinto sagrado (hadirat al quds). Nada está escondido para ellos.
»La trigésimo cuarta estación es el servicio (khidmat). Ellos no cesan de rendir servicio ni un instante. Ni se ausentan por un momento de la presencia del Amigo.
»La trigésimo quinta estación es la catarsis (tajrîd). Si son conducidos al Yahannan, exclamarán: "¡Saludos!" y si son llevados al Yanna, dirán: "¡Saludos!", pues ni el Yanna les causa alegría ni el Yahannan temor. Ellos nunca se apartan de Su amistad y no poseen nada de todo lo que hay en este mundo.
»La trigésimo sexta estación es la soledad (tafrîd). En este mundo ellos son extranjeros entre las criaturas. Si son apaleados no abandonarán la Senda y si son acariciados no se dejarán engañar.
»La trigésimo séptima estación es la expansión (inbisât). Ellos son audaces ante Al-lâh. Si el Señor del Universo les envía el ángel de la muerte en el momento del fallecimiento, ellos no obedecerán. Hasta que no oigan al Amigo del mundo, no permitirán que partan sus almas. No temen a Nakir y a Munkar [los malaika que preguntan al fallecido en la tumba] y no conceden ni un pensamiento al Yaum al-Quiyama. No ponen el pie en el Cielo supremo ni miran el rostro de las huríes ni las mansiones celestiales, hasta haber tenido una visión del Rey que perdona.
»La trigésimo octava estación es la averiguación de la Verdad (tahqîq). Todos ellos están en un estado de maravilla, con lloros y lamentaciones. Huyen de las criaturas y penden de la cadena de Su puerta.
»La trigésimo novena estación es la meta suprema (nihâyat). Ellos han alcanzado la posada a la orilla del camino y han atravesado los desiertos de la calamidad. Con el ojo del corazón han visto a Al-lâh.
»La cuadragésima estación es el sufismo (tasawwuf). El sufí es el que se ha purificado de todo deseo. Su ser interior está purificado de la ruindad. Sus palabras están libres de inadver tencia, despreocupación y calumnia. Su mente está radiante y sus ojos se apartan del mundo. Él ha sido instruido en la Verdad.
Cada una de estas estaciones pertenece a un profeta de entre los profetas —la paz sea sobre todos ello—, el primero Adán y el último Muhammad —la paz sea sobre ellos y sobre los demás profetas, mensajeros y ángeles de la proximidad—. Y que Al-lâh, el Exaltado, esté satisfecho de todos los compañe ros de Su Profeta. Amén.
Como se ha visto en esta descripción de las estaciones espirituales, Abû Sa'id incluye algunos de los ahwâl de otros sufíes como maqâmât, y también incluye otras estaciones después de baqâ', que normalmente es considerada la esta ción más elevada dado que es la unión con Al-lâh. Sin em bargo, puede decirse de las estaciones siguientes que son otras tantas estaciones en el viaje en Al-lâh (fi'l-lâh) después de que el viajero ha terminado el viaje hacia Al-lâh (ila'l-lâh). Incluso la estación de servicio (khidmat) que viene después del baqâ' no debe ser considerada como acción o servicio religioso en el sentido usual de esta palabra, sino como un servicio prestado por un ser que ya ha gustado la unión con Al-lâh (wisâl). En su propio orden, es algo análogo al voto que hace Avalokitei vâra en el budismo de salvar a todas las criaturas después de haber puesto ya un pie en el nirvana (27).
La estación más elevada descrita por Abû Sa'id es el su fismo. Pues haber alcanzado el sufismo en su plenitud o ser un sufí en el verdadero sentido de la palabra, es haber experimentado todas las estaciones y al mismo tiempo haber ido más allá de todas ellas hasta la Estación suprema de la plena realización de la Unicidad (tawhid), que es el fin de la vida espiritual en el Islam así como en otras tradiciones auténticas.
Entre la estación del sufí y el hombre que está espiritualmente dormido, pero que considera esta muerte o estado de negli gencia como normal, se encuentran todos los estados y esta ciones espirituales, la experiencia de cualquiera de los cuales haría palidecer y ver como insignificante la experiencia mun dana más intensa del alma. La experiencia de estos estados sigue siendo una posibilidad para cualquier hombre dispuesto a consagrarse por entero a la vida espiritual y que busque estos estados y estaciones con la intención correcta, no como fines en sí mismos, sino como etapas que conducen al Uno que está por encima y más allá de todos los estados y estaciones del alma y que reside al mismo tiempo en el centro del ser del hombre, en el origen del eje que une todos los estados del ser del hombre, el corporal, el psíquico y el espiritual, con su Principio común.
jueves, 12 de febrero de 2009
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