Uno de los awliya de Allah contó lo siguiente:
Una de las veces en que el Profeta (saws) se encontraba dando vueltas a la Casa de Allah en Meca escuchó a un beduino implorando a Allah diciendo solamente: “¡Oh, Generoso!”. El Profeta se colocó detrás de él y repitió sus palabras. Cuando llegó junto a la Piedra Negra, el beduino volvió a decir: “¡Oh, Generoso!”, y el Profeta dijo: “¡Oh, Generoso!”. El beduino continuó su circunvalación hasta llegar donde está el canal del desagüe, y volvió a decir: “¡Oh, Generoso!”, y de nuevo el Profeta repitió sus palabras. Entonces, el beduino se giró hacia él y le amonestó diciéndole: “¿Te ríes de mí por ser un beduino ignorante? Si no fuera por la belleza de tu rostro ahora mismo me quejaría de ti ante mi amado, el Profeta de Allah”. El Profeta sonrió y le dijo: “¿No conoces en persona al Profeta, verdad?”. El beduino le dijo entonces que no, y Muhammad le dijo: “Hermano árabe, ¿por qué lo has aceptado como Profeta sin conocerle?”. El beduino le dijo: “Creo en él sin necesidad de conocerle; acepto que es el Mensajero de Allah sin tener que verle”.
Entonces, el Profeta le dijo: “Pues bien, hermano árabe, yo soy tu Profeta en este mundo y quien intercederá por ti ante Allah en la Otra Vida”. El beduino se arrojó entonces al suelo para besarle los pies, pero Muhammad se lo impidió diciéndole: “No me trates como hacen los pueblos con sus reyes. No se me ha enviado para estar por encima de nadie ni para ser arrogante. Se me ha enviado para trasmitir la verdad y ser anunciador de buenas noticias y de advertencias”.
En ese mismo momento, el Ángel descendió hasta el corazón del Profeta y le dijo: “Muhammad, la Paz te saluda y te dice que comuniques a este beduino que no se confíe a la Generosidad de Allah, pues mañana, en la Otra Vida, le ajustará cuentas, que le exigirá por todo lo que haya hecho en el mundo, ya sea grande o insignificante”. Y así se lo dijo el Profeta al beduino, y de él se apoderó el terror.
El beduino le dijo al Mensajero de Allah: “¿Es cierto que Allah me pedirá cuentas?”. Y el Profeta le respondió: “Así será”. El beduino dijo entonces: “Lo juro por Su Poder y Su Gloria, si me pide cuentas, yo le pediré cuentas”. Sorprendido, Muhammad le preguntó: “¿Y qué cuentas le pedirás a tu Creador?”. El beduino contestó: “Si Él me pregunta por mis trasgresiones, yo le preguntaré dónde está Su Indulgencia; si me pide cuentas por mis desobediencias, yo le preguntaré dónde está Su Tolerancia; si me pide cuentas por mi avaricia, yo le preguntaré dónde está Su Generosidad”. Al oír sus palabras, el Profeta lloró hasta que se le humedeció la barba.
Entonces volvió a sentir al Ángel en su corazón, que le dijo: “Muhammad, deja de llorar pues tu llanto abrasa a los Portadores del Trono de Allah, y trasmite a tu hermano el beduino que no le pida cuentas y Él no se las pedirá, y que será tu compañero en el Yanna”.
jueves, 9 de noviembre de 2017
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