No es la ropa lo
que hace de uno un sufí, sino sus actos y estado interior.
Dos cosas
esenciales se necesitan para coser esta túnica: la aguja de la devoción y el
hilo de la invocación o recuerdo continuo de Dios, dikr. Quien aspire a ser
honrado con la túnica de pobreza, debe entregarse devotamente a un guía
espiritual. La devoción atrae el corazón hacia el Bienamado. Verdadera devoción
es constancia en mantener la atención fija en Dios y el renunciamiento a la
placidez.
El aspirante debe
obedecer a su guía espiritual sin preguntar el por qué y cómo de nada. El Guía,
con su poder espiritual, penetra en la profundidad del alma del discípulo, le
despoja de sus malas cualidades y le elimina las impurezas adquiridas en el
mundo de la prularidad. En otras palabras, el maestro coge la aguja de la
devoción de la mano del discípulo y, con la ayuda del hilo de la invocación,
cose a la medida del discípulo la túnica sufí, que no es otra cosa que
Atributos y Nombres Divinos.
De esta manera, por la gracia de los nombres y
atributos Divinos de la túnica, el discípulo puede transformarse en un ser
humano perfecto.
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