Bismillah…
En los tiempos que corren el mensaje universal parece ser que debemos alcanzar aquello que deseamos, para ser felices, y en la medida en que uno logre aquello que desea, es exitoso. Nos enseñan el obtener, el tomar lo que queremos, ir tras ello, como si la posibilidad de tener lo que queremos dependiera de uno. Partiendo de esta base, muchas veces nos preguntamos, “¿cómo alcanzo aquello que deseo, qué hago con lo que deseo, cómo lo obtengo?”
La cabeza abrirá entonces una batería de medios y posibilidades para alcanzar aquello que deseo; dirá propuestas, y creerá que acomodando los sucesos, la gente, las acciones, se puede lograr el obtener lo que deseo.
La mente calcula, lucubra, simula, mide. Desea arbitrar los medios exteriores en pos de una meta que se desea, tanto desgaste en lo que sucede exteriormente, y no hay resultados. ¿A qué se debe esto?
Los esfuerzos están mal dirigidos. El esfuerzo debe hacerse interiormente. Los obstáculos están en el interior, la búsqueda de la Realidad es un proceso interno.
Lo externo, es meramente un reflejo de lo que sucede interiormente. Lo que obtengo o no, lo que pierdo o gano, es consecuencia del estado interior.
Los sucesos exteriores se desarrollan de acuerdo a lo que hay dentro, cómo vemos el mundo, las situaciones o acontecimientos de nuestra vida, y el esfuerzo en ver nuestras limitaciones, nuestros aspectos que necesitan mejorar, pulirse… En la medida en que hay logros internos sobre cambiar hábitos infructuosos, criterios equivocados, acciones erróneas, enmendar nuestros equívocos, y la intención de aceptar las cosas como son, y que haya un darse cuenta de lo que sucede adentro, y se intente superar aquellos obstáculos, trabas, nudos que son como callejones sin salida y no permiten el crecimiento; allí hay avance, y consecuentemente, lo que uno anhela verdaderamente se manifiesta en lo exterior.
Sin embargo, el darse cuenta de la Realidad, el ver las cosas como son requiere de un proceso interior gradual. Descubrir los hábitos tan adheridos a uno que son los que nos conducen a los mismos resultados frustrantes; los criterios que nos gobiernan que al ser erróneos nos llevan a fracasar, las acciones que hemos hecho que no queremos aceptar, y que nos salen automáticamente como reacción frente a ciertos estímulos, que también ignoramos… Poco sabemos de lo que sucede adentro, por eso lleva tiempo.
Todo el esfuerzo interior, el trabajo que uno realiza intentando saltar obstáculos y fallando, levantándose y volviendo a errar, viéndose en aspectos que no son conocidos, o no queremos aceptar y miramos de reojo, tapamos, etc… es un largo camino hasta llegar al punto súbito de darse cuenta, un arduo proceso interno.
La ambición, el deseo de obtener cosas que no puedo alcanzar o no poseo, es un estado en realidad. Aparentemente no lo parece, ya que uno diría que ambiciona tal o cual cosa. Pero sólo está tomando la forma manifiesta de tal deseo, y cuando se alcance aquello que se deseó, la ambición será de alguna otra cosa, y luego otra, y así… No acaba, pues como decíamos, la ambición es un estado. Se “está” en ambición, así como se puede “estar” en paz.
Entonces… un estado de ambición (que es interno) se manifiesta (exteriormente) como un deseo de algo en particular que no se posee. Parte de la base de una insatisfacción, sea con lo que sí se posee, con el lugar en donde uno está… Es una no conformidad con el ahora, no aceptar el presente como está. Este estado de ambición centra uno de los recursos más escasos y sin embargo más valiosos que se le brindó al hombre, que es la atención, en un solo punto: aquello que se ambiciona. Nada más existe.
Cómo decíamos, para que se manifiesten logros externos debemos trabajar en obstáculos internos. Y en el estado de ambición, con esta perspectiva tan estrecha, enfocando nuestra atención sólo en una cosa que ambicionamos en el afuera ¿Cómo podemos entonces esperar el prestar atención a lo que pasa dentro para trabajar allí y obtener logros internos?
Y aún más, sin trabajo interior, ¿qué puede obtenerse exteriormente, en qué se avanza? Nada, sólo obtendremos lo mismo que tenemos ahora, y estaremos en el mismo lugar, no habremos avanzado en nada, por lo que no habría cambio.
Cada cosa requiere un proceso interior, para que pueda manifestarse y lograrse algo externamente. Todo suceso exterior, o todo deseo manifiesto en lo externo que deseo conseguir, responden a un proceso interno que se ha manifestado y que debo sortear internamente, y los logros externos son consecuencias de haber superado procesos en el interior. Son un reflejo.
Pero esto tan sólo es una parte. La cuestión principal aquí es que el estado de ambición no tiene sentido. ¿Por qué? Porque cuando Allah quiere que un siervo realice algo, Él mismo lo prepara para ello. El que brinda las herramientas y las posibilidades para que algo se desarrolle, es Allah. El hace Realidad lo que Él quiere, y allí eso que Él quiere, Es. Y Él desarrolla todo el proceso interno que desemboca en el darse cuenta súbito. Nada que no sea Su Voluntad, Es. Si lo que uno quiere esta de acuerdo con Su Voluntad, y Él dará los tiempos necesarios para que Sea, brindará todo el proceso interno hasta su logro, y se manifestará en lo externo. Debe haber una construcción interna.
Si lo que se desea no es con la Voluntad de Allah, no Es ni Será Realidad.
“¿No es Allah suficiente para Su siervo?” (39:36)
Lo que Allah quiere, es suficiente para Su siervo.
Esto último está relacionado con significados internos (ma’ani), no con formas exteriores (suwar). Es un aspecto del batin (lo interior), más que el zahir (lo exterior).
lunes, 26 de enero de 2009
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario