Para convertirnos en derviches, nos comprometemos con un
sheij y con un linaje. Este llega, mano sobre mano, hasta Allah.
En realidad, no hay intermediario si el sheij es un verdadero sheij, y si nuestro anhelo es sincero.
Puede ser quien desafíe el egoísmo del derviche, llamándolo a sobrepasar su timidez, sus miedos, su cómoda complacencia. Puede que el sheij sea quien diga: "Entra a este fuego, no te quemará."
Ningún sheij es perfecto, y es justamente en su función como sheij que puede algunas veces desaparecer y convertirse en un simple medio y transmisor de la gracia y sabiduría divinas.
Es el derviche quien ayuda a crear al sheij, y ambos se encuentran en un proceso de aprendizaje dentro de esta relación.
Se debe recordar que antes de convertirse en sheij, él debió primero ser derviche, y nunca se deja de ser derviche.
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