Un joven aspirante a derviche se dirigió un día en estos términos a su pîr o maestro espiritual:
- Amado maestro,
deseo que me enseñes la humildad.
Y esta fue la
respuesta del pîr:
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Se aprende mediante su propia práctica. De tal manera que si no la puedes practicar tampoco la podrás aprender.
La humildad, como
el amor o la generosidad, no se puede enseñar.
Se aprende a ser
humilde siendo humilde, igual que se
aprende a amar amando.
Y lo mismo sucede
con el arte o la espiritualidad.
En el camino
interior todo se puede aprender y nada o casi nada es lo que se puede
enseñar.