sábado, 15 de marzo de 2014

Allâh! Allâh! Allâh!


Sahl le dijo a uno de sus discípulos: 
“Trata de decir continuamente por un día: ‘Allâh! Allâh! Allâh!’ y haz lo mismo al día siguiente, y el día después, hasta que se vuelva un hábito". Luego le dijo que lo repitiese también por la noche, hasta que se volviese tan familiar que el discípulo lo repitiese aun cuando estuviese durmiendo. Luego Sahl dijo: “No repitas más el Nombre conscientemente, ¡pero deja que todas tus facultades se absorban en Su recuerdo!”. 
El discípulo hizo esto hasta que quedó absorbido en el pensamiento de Dios. Un día, un trozo de madera cayó sobre su cabeza y la abrió. Las gotas de sangre que gotearon sobre el suelo llevaban la leyenda “Allâh! Allâh! Allâh!”.


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