martes, 9 de junio de 2015

La Sinceridad


La razón de que los maestros sufíes hayan puesto tanto énfasis en la sinceridad es porque, en realidad, la base del sufismo no es otra cosa que la sinceridad.
Distinguimos tres grados diferentes de sinceridad: con uno mismo, con el maestro y con Dios.

1. La sinceridad consigo mismo: 
Teniendo en cuenta que el sufismo consiste en alcanzar la Unidad divina, el sufí, mediante la sinceridad consigo mismo y la armonización de su interior con su exterior, origina, en primer lugar, esta unidad en el interior [de su propio ser]; pues, mientras no exista la armonía entre el interior y el exterior, no podrán existir la unidad y la integridad de la personalidad del individuo y, como consecuencia de ello, se manifestarán angustia y depresión. 
Aquellos que no originan en ellos mismos, mediante la fuerza de la sinceridad, la unidad entre su interior y su exterior, no disfrutan de un equilibrio psicológico. De ahí que la sinceridad consigo mismo tenga como resultado la liberación de la angustia originada por el desequilibro de la personalidad y lleve a la salud psíquica del individuo.


2. La sinceridad con el maestro de la Senda:
En esta etapa de la sinceridad, o la unidad entre el interior y el exterior, el sufí se hace uno con su maestro a través de la fuerza del amor y el cariño, situación conocida en el sufismo como «anonadamiento en el maestro» ( fanā-ye dar Pir). 

La sinceridad con el maestro es una forma de armonización, conocida también en la psicología moderna como «identificación», que los sufíes denominan «armonización transcendental». Esta sinceridad libra al sufí de la angustia originada por los sentimientos de destrucción y de muerte, y de la preocupación existencial. 
En este nivel, el «yo» del sufí se anonada en su maestro y se borra de su memoria cualquier recuerdo de sí mismo. Tenemos un ejemplo de esta etapa de la armonización en Rumi que, anonadándose en su maestro Shams-e Tabrizi, cantaba alegremente: 
Estaba muerto, volví a la vida; era lágrimas, me convertí en sonrisa. 
Llegó la fortuna del amor y por él, me volví eterno.

3. La sinceridad con Dios:
La sinceridad con Dios es el resultado de la sinceridad consigo mismo y con el maestro, y es el nivel más elevado de sinceridad. En esta etapa sublime, nace la unidad entre el sufí y Dios, por la fuerza de la sinceridad y de la gnosis, que se conoce como «anonadamientro en Dios» (fanā-ye dar Haqq), o como la armonización de la parte con el Todo. 

En este estado, el sufí pierde su «yo» relativo y se anonada en el Todo, y así, a través de la sinceridad, alcanza la vida eterna, porque Dios es Eterno.
Discurso del maestro Nurbakhsh

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