Un siglo atrás, se cuenta que un maestro derviche envió a un luchador apegarle a tres de sus discípulos.
En este relato,
el primero aprieta los puños y se contiene de devolver el golpe.
El segundo lo
acepta, resignado.
Y el tercero, un
viejito, agradece.
“Estos son los
tres niveles de mis discípulos”, explica el maestro.
“El primero sabe
que todo viene de mí pero aún se resiste.
El segundo lo
acepta pero no encuentra lección alguna en ello.
El tercero, sabe
que todo, bueno o malo, es parte de mis regalos a él”.