Oh hijo mío, dar
consejo es sencillo —lo difícil es recibirlo— y es de gusto amargo para quienes
están acostumbrados a seguir sus propios deseos, pues lo prohibido es dulce
para sus corazones de aquellos que creen que su mera ciencia lo salvará, que en
ella está su redención.
Creen que no
tienen necesidad de actuar; tal es la convicción de los «filósofos».
Este pobre
infeliz ignora que si adquiere un conocimiento y después no lo pone en
práctica, será usado como una prueba en su contra
Oh hijo mío, no
te arruines por falta de actos, y ten la certeza de que el mero saber no te
ayudará.
Iman Al Ghazzali
(qs)
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