El arte de escuchar, el arte de estar internamente presentes, atentos
y vacíos.
Debemos aprender a ser silenciosos, porque el oír nace del silencio y sólo
en silencio podemos escuchar la voz de nuestro Amado. También podemos aprender
a preguntar, a buscar guía para nosotros y para otros. Inmersos en el silencio
del corazón, podemos hablar más directamente con la fuente, preguntar sin las
distorsiones y disturbios de la conciencia cotidiana.
Y en este silencio, entregándonos al vacío, nos hacemos receptivos a toda
respuesta que podamos recibir. A menudo percibimos, pero a pesar de que
preguntamos no llega ni guía ni consejo; nos quedamos solos en el espacio vacío
de nuestro escuchar. Pero el oír del corazón es siempre un acto de amor, una
reunión, incluso cuando no se oiga nada. Escuchar es una sabiduría muy fácilmente
descuidada, porque es femenina, receptiva y velada, y nuestros valores
culturales sólo valoran lo visible.
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