jueves, 28 de septiembre de 2017

¿Es posible amar a los enemigos?



Por supuesto. Es lo que han hecho los profetas. Los ciento veinticuatro mil profetas que Dios ha enviado como mensajeros para mostrar su camino hacia Él han hecho esto.

Es difícil para la gente común, pero los profetas lo mostraron. Jesús, la paz sea con él, dijo: si alguien te pega, muéstrale la otra mejilla. Así fue en el tiempo de Jesús y también en la primera época del profeta Muhammad, la paz sea con él.

Luego el Profeta Muhammad recibió la orden divina de defenderse a sí mismo.

Si una víbora te ataca podés matarla, o si viene un loco y amenaza a tu familia debés defenderte. Así es en el Islam. Pero, al mismo tiempo, en el sufismo decimos que, verdaderamente, no hay enemigos afuera de uno. Por lo tanto, en ese caso la pregunta pierde sentido. Por eso los Profetas tenían ese inmenso corazón, porque comprendieron que no tenían enemigos, que es una ilusión creer que el enemigo está afuera de uno. No hay enemigos afuera de uno, es una ilusión. Una ilusión que Shaitán, el demonio, planta en tu corazón.

Tenemos cuatro enemigos y están todos en nuestro interior. 
El primero de esos cuatro enemigos es el demonio, que todos tenemos dentro, y es el que te hace creer que tenés enemigos afuera. Te alimenta con ilusiones y pensamientos equivocados.

Segundo, tu ego, que te hace correr detrás de sus deseos, que quiere todo, y se vuelve un mounstro, porque es envidioso, codicioso, iracundo, orgulloso y además es un tirano.
Causa problemas en uno mismo y en los demás. Así es el ego sin control. Un gran enemigo. El mayor enemigo.

El tercer enemigo es el amor excesivo por este mundo, el amor excesivo por lo material, lo que lleva a tu ego a querer tenerlo todo. Ese es otro enemigo.

Y, finalmente, tus inagotables deseos, de la mañana a la noche tenemos una fuente inagotable de deseos y más deseos. Este es otro enemigo.

Porque, finalmente, debes dejar tus deseos por el deseo de tu Señor. Esos son los cuatro enemigos que tienes. Otro enemigo no tienes. Y, si vemos algo malo en alguien no decimos: esa es una mala persona. Decimos: él está ahora cargando una maldad. Pero, de un momento a otro, quizás Allah lo cambie, lo haga mejor. Pero no decimos esa persona es mala.

Sheik Hassan Dyck

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