Cierto día
cuando estaba predicando, el sheikh se interrumpió́ y declaró: `No continuar‚
a menos que ustedes me den cien piezas de oro, ahora mismo!' Rápidamente la
gente reunió́ cien dinares y los colocaron en mis manos. Todos estaban
sacudidos, sin saber que hacer, mirándolo con asombro. Yo le alcancé el
dinero. El me devolvió los cien dinares, mientras me decía: `Oh, Abul-Rid , ve
al cementerio de Sheniziyyah. Allí encontrarás un anciano tocando el laúd
para los sepulcros. Entrégale este oro y tráeme al anciano.'
Yo fui y allí́ estaba ciertamente el anciano, tocando su laúd y cantando para las tumbas. Yo le ofrecí mis salutaciones, y le di la bolsa conteniendo el oro. El quedó espantado, lanzó un largo grito, y perdió́ el sentido. Cuando revivió́, le llevé al Sheikh `Abdul-Qadir, quien le pidió́ que subiese al púlpito. El hombre ascendió́ los escalones con el laúd en sus hombros. `Amigo, diles tu historia,' le invitó el sheikh.
Yo fui y allí́ estaba ciertamente el anciano, tocando su laúd y cantando para las tumbas. Yo le ofrecí mis salutaciones, y le di la bolsa conteniendo el oro. El quedó espantado, lanzó un largo grito, y perdió́ el sentido. Cuando revivió́, le llevé al Sheikh `Abdul-Qadir, quien le pidió́ que subiese al púlpito. El hombre ascendió́ los escalones con el laúd en sus hombros. `Amigo, diles tu historia,' le invitó el sheikh.
El tocador de
laúd nos dijo que durante su juventud, él había sido un cantante popular de
fama. Sin embargo al llegar a la vejez, nadie ya lo buscó, ni deseó
escucharlo más. Triste y abandonado por todo el mundo, ese mismo día él hizo
un voto de que nunca cantaría más para nadie, exceptuando los muertos. Había
ido al cementerio, y mientras estaba allí, cantando y tocando el laúd, la
tumba más cercana se abrió en dos! El difunto levantó su cabeza y dijo:
`Toda tu vida has cantado para los muertos. Canta una vez para el
Siempre-Viviente, para Allah. Ciertamente El te otorgará más de lo nunca antes
te haya sido dado - más de lo que tú jamás hayas esperado recibir!' Al ver y
escuchar esto, se desmayó de temor y estupefacción. Luego, al retornar sus
sentidos, comenzó a cantar así:
“Oh Mi Señor, el día en que Te encuentre no tendré‚ nada para entregar salvo ruegos en mis labios y esperanza de misericordia en mi corazón.
Todo ser reunido en Tu presencia con esperanza, Ay de mí si soy dejado con las manos vacías!
Si solamente los buenos llegasen rogando a Tu puerta, a quién irían a pedir los pecadores? Oh Señor, cuando yo esté avergonzado ante Ti en el Día de la Rendición de Cuentas, no me salvarás Tú del Fuego?”
Abul-Rid
continúa relatando: En el medio del verso yo llegué a él con los cien
dinares de mi maestro como recompensa por sus súplicas a su Señor, y en su
sorpresa, él perdió los sentidos. El tocador de laúd, con lágrimas brotando
de sus ojos, se desmayó. Arrojó al suelo su laúd y lo rompió.
El sheikh dijo,`Si esta es la recompensa de Allah por la honestidad de alguien
que tomó su vida como un juego, ¿cuál será el premio del servidor de Allah que
es puro y leal toda su vida? Preserven la sinceridad en su corazón, porque sin
ella ustedes no progresarán hacia su Señor ni siquiera una pulgada.'
Fragmento del libro "El Secreto de los Secretos"
Fragmento del libro "El Secreto de los Secretos"
Hz Abdul Qadir al Jilani
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